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¡A comer cuento!

Mis nuevas aulas aparecían ante mis ojos y quise creer que cuando abriese sus puertas, sus muros me susurrarían historias y secretos al oído para que yo los atrapase en mi blog y se los contase a quien quisiera escucharlos. En esta entrada le voy a confiar mis impresiones al resumir lo que creo haber aprendido o desaprendido durante la lectura en aquellas mis nuevas aulas. Lea atentamente porque en mi informe pericial sobre mitos y creencias de la lectura en las clases de ELE, me pronunciaré positivamente.

 

Mis clases y lectura intensiva me han sugerido que los cuentos son posiblemente uno de los mecanismos literarios más interesantes que se han inventado. ¿Sabe lo que nos enseñan en la práctica? Nos enseñan que los estudiantes aprenden y absorben ideas y conceptos a través de narraciones, de historias, y no de lecciones magistrales o de discursos teóricos. Por eso es por lo que a partir de hoy quiero que empiece a leer historias en su clase. ¡Sí, usted mismo! Se acabaron las clases de cátedra. Quiero que lea y destile su esencia de profesor de ELE para que provoque una reacción emocional en sus clases.

 

Al igual que usted, pasé años rodeado de historias que olían a sepulcro papal, no había futuro ni grandes esperanzas en aquella lectura; tanto mi alumnado como yo, lo sabíamos. Hubiéramos pagado cualquier precio y mucho más por renunciar a aquellas horas de lectura sin tregua. Debo reiterar que nunca me acostumbré a esa práctica, mi instinto me decía que existía una alternativa viable. Tras años de buscar una forma más efectiva sin éxito, la idea cobró otro significado cuando observé leer una historia a una profesora de holandés en aquel colegio con nombre de titán griego. Al empezar a leer su historia, vi que algo se les revolvía en el rostro a sus alumnos. Dejaban que las palabras de aquella profesora fueran corroyendo lentamente las capas de sus armaduras. La lectura tenía su propia cadencia y, lo que al principio parecía una completa ausencia de diseño o estilo, poco a poco iba desvelando un canto hipnótico que calaba lentamente en el alumnado y lo sumía en un estado entre el sopor y el olvido. Fue así como me animé a leer una historia con mi clase y repasar de forma más interactiva el vocabulario y la gramática aprendida.

 

Disculpe mi insistencia, amigo profesor o amiga profesora. Si le mareo a usted con todos estos circunloquios es para quitarlos de en medio cuanto antes. Así que ahora, a lo práctico:

 

¿Quiere saber con pelos y señales cómo se puede leer y enseñar en las clases de ELE?

Para mis clases de tercer año he creado una historia corta que he dividido en cuatro partes. La he escrito usando el vocabulario asignado como deberes en la clase de la semana anterior. La premisa del uso de esta historia es la siguiente: Lea en voz alta cada párrafo de la historia, tradúzcalo con la clase y seguidamente hágale preguntas sobre el mismo. Las preguntas que he usado para trabajar el texto de la historia son de tres tipos: las relacionadas con el contenido explícito de la lectura para evaluar su comprensión, las complementarias con las que los alumnos ayudan a ampliar la historia, y mis favoritas, las personales, con las que conozco un poco más de ellos. Algo en lo que todo profesor de ELE debe invertir tiempo, pues he aprendido de veteranos del oficio que, mientras mejor sea la relación con sus alumnos, mayor será el rendimiento de la clase. Las preguntas personales convierten a los alumnos en parte del relato, haciendo el aprendizaje más interactivo. Cada alumno es un personaje más que debe superar obstáculos y embarcarse en un viaje de enriquecimiento a través de peripecias y revelaciones durante la lectura.

Texto de la historia 


Lo único que le sugiero es que usted encuentre un modo inteligente y seductor de hacer las preguntas que todos nos hacemos y lo haga desde su propia lectura del alma estudiantil, poniendo en práctica su arte y oficio. Utilice preguntas que despierten a sus alumnos. Y por supuesto dele también tiempo* para preparar sus respuestas. Nada más y nada menos.

 

Sí, le hablo de manipular los sentimientos, emociones y obviamente la motivación de sus alumnos. Porque como profesor debe valerse de algo más poderoso que una simple exposición teórica.  Necesita la fuerza del arte, de la puesta en escena y por supuesto de la retórica. Bien lo dice Andreas Corelli: ‘La letra de la canción es lo que creemos entender, pero lo que nos hace creerla o no es la música.’  

 

Ya sabe lo esencial. Lo demás lo aprende y lo disfruta por el camino.

 

Este blog es un misterio. Un santuario. Cada entrada, cada una que se usa, tiene alma. El alma de quien la escribió, y el alma de quienes la leyeron y vivieron y soñaron con ella. Cada vez que una entrada cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus líneas, su espíritu crece y se hace fuerte. En este lugar, las actividades de las clases de ELE que ya nadie recuerda, las historias que se han perdido en el tiempo viven para siempre, esperando llegar a las manos de un nuevo profesor, un nuevo espíritu…

 

Le reitero mi admiración y mi voluntad de que algún día nuestros destinos se crucen. En la seguridad de que así será, le saluda afectuosamente su amigo y compañero de juerga didáctica.

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A la manera de Carlos Ruiz Zafón en El juego del Ángel. (2013)

 

* Alrededor de 5 minutos, por lo general les aconsejo a mis alumnos escribir sus respuestas en el cuaderno. Es posible que los alumnos terminen antes del tiempo dado. Para controlar fácilmente quién ha terminado, les pido a mis alumnos que en cuanto terminen, coloquen su lápiz o bolígrafo en su mesa. Una vez todos hayan terminado, revisamos algunas respuestas. De esta manera aprovechamos cada minuto de la clase.

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